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miércoles, 25 de junio de 2008

Santa Isabel 41















En el periodo del art decó todo zigzaguea, hasta los balcones.
Es otro de los muchos edificios de viviendas que se construyeron al amparo de la Ley Salmón de 1935, como atestigua la placa.

lunes, 23 de junio de 2008

Facultad de Medicina

El conjunto de la Ciudad Universitaria concebido con mayor monumentalidad fue el de las facultades del que se denominó "Grupo Médico", es decir, las de medicina, farmacia y odontología.
Articuladas en torno a una gran plaza (la de Ramón y Cajal), con la de medicina ocupando el frente principal y las secundarias los flancos, fueron de las primeras facultades en empezar a construirse, ya en 1928, junto con la de Ciencias Físicas, Químicas y Matemáticas.
Las de Medicina y Odontología se deben al arquitecto Miguel de los Santos Nicolás, con la colaboración del ingeniero Eduardo Torroja, autor del Hipódromo de la Zarzuela y abuelo de la cantante Ana Torroja.
La de Farmacia es obra conjunta de Mariano Garrigues y Agustín Aguirre, autor de la Facultad de Filosofía y Letras.
Se idearon con enorme funcionalidad, a base de una serie de pabellones unidos entre sí por ejes trasversales.
Afectadas durante la Guerra Civil, fueron los mismos autores los que las rehabilitaron posteriormente, entre 1941 y 1945, sin alterar el aspecto original.
Las tres coinciden en el mismo planteamiento: acentuada horizontalidad (como "rascacielos tumbados") que es sin embargo rota rítmicamente por ejes verticales de ventanas, un contraste que aligera lo que de otro modo serían edificios demasiados planos y pesados.







Si bien todos los edificios principales de la Ciudad Universitaria cuentan con un acceso noble, aquí nos encontramos ante un pórtico monumental, con escalinata e imponentes columnas de un dórico estilizado y esbelto.
También aquí la entrada se sitúa en el eje central, que se cruza con el que forman las fachadas de las facultades laterales en el punto exacto de la plaza donde se erige "Los Portadores de la Antorcha", escultura de la norteamericana Anna Hyatt Huntington.
Donada por la artista a España, ya que era, como su filántropo y millonario marido, una gran enamorada de nuestro país, fue el día de su inauguración (1955) la mayor escultura de aluminio del mundo.
De esta autora existe otra estatua en el campus de la Ciudad Universitaria: la de Diana Cazadora que adorna una fuente en el jardín trasero de la Facultad de Filosofía y Letras.




El conjunto formado por las facultades médicas de la Ciudad Universitaria puede considerarse análogo, o incluso hermano mellizo, de otras construcciones de entonces, dada la semejanza en proporciones, organización del espacio y estilo.
Son todos ellos edificios que recuperan patrones neoclásicos, dentro de la tendencia de "retorno al orden" que se produjo en el decenio de los 30 como reacción a las numerosas y revolucionarias vanguardias de los años previos.
Con la que la relación más salta a la vista es con la sede de la antigua Sociedad de Naciones en Ginebra, construida entre 1929 y 1938.
El parecido no sólo es evidente en el exterior, salvando la diferencia de que las fachadas, en vez de ladrillo visto, sean de piedra.
También el interior, como puede comprobarse arriba, comparte un aire familiar con la decoración del hall de la facultad de medicina.



Otro edificio de la época con el que nuestras facultades médicas presentan rasgos comunes es el Palais de Chaillot de París, levantado con motivo de la Exposición Internacional de 1937.

sábado, 14 de junio de 2008

Facultad de Medicina (hall)

En obras como el aún fascinante Kärntner Bar de Viena (1908), Adolf Loos pondría de moda los artesonados en los interiores de los años 20 y 30.











Facultad de Filosofía y Letras





Como tantos otros materiales nuevos, las losetas de pavés traslúcido se ponen de moda en los años 30, sustituyendo muros y a veces fachadas enteras.
Además de luz aportan un look decididamente moderno y un aspecto funcional y clínico, tan del gusto de Gropius o Le Corbusier.

La Facultad de Filosofía y Letras es uno de los edificios más venerables no ya de la Ciudad Universitaria, de todo Madrid, por su trascendencia cultural y su importancia arquitectónica: se trata de una de las obras en la ciudad más contaminadas por la arquitectura alemana de la época y, concretamente, por la Bauhaus de Gropius.
Proyectada por el arquitecto Agustín Aguirre, en 1932 se inició su construcción por la empresa Huarte y Cía., quedando completada una primera fase al año siguiente para poder empezar el curso 1933-34.
De planta longitudinal, con ábside semicircular en el centro y dos alas en los extremos, repite un esquema, según la guía de Madrid del COAM de 1983, que recuerda compositivamente al Museo del Prado.
La tendencia longitudinal se acentúa con las bandas de ventanas separadas a su vez por líneas de imposta de caliza de Colmenar.
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La inauguración, el domingo 15 de enero de 1933, ya durante la IIª República, fue especialmente solemne, bajo un nuevo régimen que no sólo recogía con entusiasmo el testigo de la Ciudad Universitaria sino que hacía de la cultura razón de Estado. Al acto acudió el Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, en compañía del Jefe de Gobierno, Manuel Azaña, cuatro ministros y numerosas autoridades.
El flamante edificio, aún sin concluir, acogería desde entonces una facultad de grandes intelectuales que, liderada por el decano Manuel García Morente, se colocaría a la vanguardia universitaria de Europa y contribuiría decisivamente a la Edad de Plata de la cultura española.

La profesora de filosofía Cinta Canterla lo evoca muy bien en un artículo publicado en el Diario de Sevilla el 16 de diciembre de 1999:

"Tres años antes de la guerra civil, la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid conocía uno de los momentos de mayor esplendor de la filosofía española y probablemente el mejor de las Humanidades desde el Renacimiento.
En ella enseñaban a la vez Ortega, García Morente, Zubiri, Besteiro, Gaos, Recasens Siches, Zambrano, Luzuriaga, pero también Menéndez Pidal, Gómez Moreno, Ibarra, Ballesteros, Pío Zabala, Américo Castro, Sánchez Albornoz, Asín Palacios, González Palencia, Ovejero..."

Aquella primera etapa brilló tanto que, en los primeros años 30, la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid rivalizaba con la de la Universidad de Berlín por el título de la mejor de Europa, si no del mundo.
Los lazos con la Alemania de la la República de Weimar, régimen convulso de cultura floreciente, análogo al de nuestra IIª República, no se estrecharon sólo ahí. La formación de muchos de los catedráticos y profesores de la facultad era germanófila, ya que habían estudiado en universidades alemanas, tal era el caso de Ortega y Gasset o de Xavier Zubiri.
Y cuando todavía con Alfonso XIII se empezaron a recaudar fondos para la construcción de la Ciudad Universitaria, la República de Weimar donó dinero para levantar residencias de estudiantes, en un gesto de solidaridad intelectual.
Por no mencionar lo mucho que en lo puramente formal este edificio, tanto en conjunto como en sus más pequeños detalles, debe a la Bauhaus.


Los elementos de aire náutico, como la barandilla de la terraza, son característicos del estilo streamline o aerodinámico, mientras que su diseño tubular es típicamente Bauhaus.

Hasta el año 1936 la facultad no estaría totalmente rematada y funcionando a pleno rendimiento. Por desgracia, poco después, se encontraría en primera línea del frente de batalla.
Las Brigadas Internacionales establecieron en ella su cuartel general. Aquí resistieron hasta el último día, sin ser jamás desalojados por el enemigo. Su estructura de hormigón armado permitió que aguantara bombardeos y fuego de obuses y morteros.
Sus libros, en cambio, fueron empleados por los brigadistas para protegerse de las balas o del frío, levantando murallas o haciendo hogueras con ellos.
Años después, los supervivientes recordarían las muchas veces que las grandes obras de la literatura española les habían salvado la vida, dándoles calor o sirviendo de parapeto.
Muchos de esos libros fueron rescatados penosamente en lo más crudo de la guerra, no sin tener que intercambiarlos por sacos terreros. Hoy se conservan en los fondos de la biblioteca, algunos todavía con balazos.

John Sommerfield, miembro de la Brigada Lincoln, en su libro de 1937 “Voluntario en España” escribió:

“Cuando volvimos a la Ciudad Universitaria se nos destinó a la Facultad de Filosofía. Levantamos barricadas con tomos de metafísica india y de filosofía alemana de comienzos del XIX… La vida allí era tranquila, ordenada. En las mañanas claras, sobre las once, se nos bombardeaba. Unos cuantos obuses les seguían por la tarde; el resto del tiempo echábamos siestas, leíamos, charlábamos, estudiábamos español o cavábamos trincheras… Exploramos la biblioteca; en la gran sala de lectura había armas antitanque sobre las mesas; los libros valiosos y los manuscritos habían sido trasladados, pero todavía quedaban muchos que interesarnos… Una fría mañana hallé los "Poetas lakistas" de De Quincey, me enrollé en una alfombra y leí vorazmente; el día pasó en un estupor, yo estaba con Wordsworth y Coleridge en otro lugar, en otro tiempo…”



Gravemente dañada durante el conflicto, fue reconstruida por el mismo arquitecto entre 1941 y 1942. Por fortuna se siguieron escrupulosamente los planos originales, sin adulterarlos, pese al ambiente de exaltación patriótica, con chapitelitos imperiales ni bolas herrerianas de granito.
Eso sí, y como signo de los nuevos tiempos nacional-católicos, se instaló una capilla en el primer piso que antes no existía. Esta capilla queda hoy día como un pegote bastardo, y crea una interesante contradicción con la arquitectura aerodinámica que epitomiza el espíritu liberal de los años 20 y que tanto debía a la Alemania de Weimar.
Según la wikipedia en inglés, en su artículo sobre la Universidad Complutense, dicha capilla “encaja torpemente en un entorno altamente art decó, parece más una iglesia en un musical de Cole Porter que un rincón para la reflexión espiritual seria.”
Aunque no dejo de preguntarme si el primer decano, Manuel García Morente, no acabaría dando misa en ella, ya que después de la guerra se "convirtió" y se hizo sacerdote.
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Con capilla o sin ella, la facultad permanece, según Ramón Guerra de la Vega, como uno de los mejores edificios madrileños del siglo XX.
Todo invitaba en su momento a una exultante y renovadora experiencia académica: su arquitectura funcional, las novedades técnicas únicas en su tiempo (como la introducción del aire acondicionado en la sala de conferencias o la instalación de ascensores “Paternóster”, los más rápidos y precisos de entonces), la luminosidad y amplitud de sus modernos espacios y la alegoría de las Humanidades de la inmensa vidriera art decó del vestíbulo. Era el marco perfecto para una ambiciosa aventura científico-pedagógica que llevaría al decano García Morente a organizar, en el mismo año en que se estrenaba el edificio y con pleno apoyo del Gobierno de la República, un crucero universitario por el Mediterráneo. Con escalas en Grecia, Italia, Egipto y otros lugares de interés histórico y arqueológico, en él participaron más de 200 alumnos y profesores.
El afán renovador, el esplendor de pensamiento y el proyecto de una enseñanza universitaria basada en la tolerancia y la excelencia académica fueron truncados salvajemente por la guerra y el posterior régimen franquista.



Aspecto de la facultad durante la Guerra Civil.


75 años después de su inauguración, la Universidad Complutense de Madrid, la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, el Ayuntamiento de Madrid y la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, en colaboración con otras instituciones, organizaron en la misma facultad, en enero de 2008, unas interesantes jornadas de conferencias, homenajes y debates, con exposición fotográfica en el vestíbulo.
Fueron el preámbulo de la soberbia exposición “La facultad de Filosofía y Letras de Madrid en la Segunda República. Arquitectura y Universidad durante los años 30”, celebrada en el Cuartel del Conde-Duque de Madrid del 18 de diciembre de 2008 al 15 de febrero de 2009 y comisariada por Juan Antonio González Cárceles y Santiago López-Ríos.