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martes, 6 de septiembre de 2016

Mausoleo de Pablo Iglesias


El mausoleo, de silueta y color inconfundibles, se encuentra nada más entrar al Cementerio Civil de Madrid, inmediatamente después de la tumba en mármol blanco de La Pasionaria, en el lado izquierdo.
Obra del escultor segoviano Emiliano Barral -del que este cementerio reúne un espectacular puñado de tumbas-, el mausoleo constituye el sentido homenaje artístico de quien era también socialista militante y sentía una enorme admiración por el fallecido.

Pablo Iglesias, el patriarca del socialismo español, había fallecido cinco años antes, el 9 de diciembre de 1925, en su domicilio madrileño. Barral acudió entonces a su lecho mortuorio para tomar apuntes de su cabeza, de la que haría al menos cuatro versiones: una en arcilla, otra en piedra caliza y dos en mármol gris.

Este interés por tomar al fundador del PSOE como modelo influyó, sin duda, para que se le encomendara, junto al arquitecto Francisco Azorín Izquierdo, la ejecución de su mausoleo.
Azorín se encargaría de la parte arquitectónica y Barral, de la escultórica. Juntos hicieron la maqueta de la obra, que presentaron al público en 1927.

Tres años después, en abril de 1930, quedaba inaugurado el conjunto funerario que se había levantado por suscripción nacional, con el dinero recogido duro a duro entre la militancia.
Barral esculpió para el mausoleo la cabeza yacente de Iglesias sobre un pequeño monolito dentro de un templete clásico, dotando el rostro tanto de pathos como de gravitas.

De Barral son también las otras figuras del conjunto, como la que adorna la base de la torre lateral y una Maternidad, ejecutada entre 1928 y 1929, además de varios relieves entre los que destaca especialmente ‘El minero y el candil’, de patente aire constructivista.
Es curioso el contraste entre la anatomía robusta y angulosa de los obreros de los relieves a ambos lados del templete y la de la Maternidad, de formas macizas, voluptuosas, en la que madre e hijo se funden en un dulce e intenso abrazo.
Como en la cercana tumba de Jaime Vera, Barral volvería a utilizar aquí, junto al granito, la piedra de su pueblo natal, Sepúlveda, de característico color rosa. Con ella realizaría un gran número de sus obras.
El mausoleo, con su aire entre neoclásico y oriental, sus formas escalonadas, sus bordes tallados en zigzag, el inevitable sunburst o sol radiante, los bellos relieves, sus motivos geométricos y su zigurat, es un compendio de elementos y motivos del art decó más ortodoxo.
Un conjunto de soberbia factura y de lo más puro del estilo en Madrid.
Independientemente de su valor político o sentimental, este mausoleo es en sí mismo un monumento artístico de primer orden.

Como anécdota, decir que a la tumba nunca le han faltado flores, ni aun en los años más siniestros del franquismo, cuando acercarse al Cementerio Civil, lugar maldito bajo la dictadura, era motivo más que suficiente para ser fichado por la Brigada Político-Social.