Nos encontramos aquí con el prototipo de portal art decó altoburgués.
Para imaginar su aspecto original, sólo hay que eliminar unos cuantos elementos prestados: los apliques de latón dorado, los cuadros, las macetas y el felpudo.
Es entonces cuando se muestran desnudas las principales características de un zaguán art decó: uso de colores claros y luminosos, frisos de molduras con motivos geométricos y vegetales estilizados, zócalo elevado de piedra noble (o que la imita), piso de baldosas de mármol formando dibujo...
Es típico en ellos combinar texturas (yeso y piedra) y mármoles o granitos pulidos de distinto color, siempre dentro de una línea sencilla pero suntuosa.
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El juego de volúmenes de este portal se desliza en zigzag, recorriendo un circuito quebrado de esquinas, pilastras salientes y el relieve en trapecio del despacho del portero, a modo de bow-window. Las estrías de piedra en el zócalo refuerzan el efecto dinámico de este scalextric de líneas de fuga.
El juego de volúmenes de este portal se desliza en zigzag, recorriendo un circuito quebrado de esquinas, pilastras salientes y el relieve en trapecio del despacho del portero, a modo de bow-window. Las estrías de piedra en el zócalo refuerzan el efecto dinámico de este scalextric de líneas de fuga.
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El colorido en el art decó, como vemos, no sólo participa audazmente en el recubrimiento de las fachadas, también desempeña un papel crucial en la decoración de interiores.
En aquellos años, y por influencia de diversas culturas exóticas, coetáneas y antiguas -indios nativos de América, precolombinas, egipcia, asiria, africanas, etc-, los tonos que se usan son, junto con el blanco, los de una gama vibrante y clara de colores pastel (rosa, amarillo, melocotón, salmón...), luminosos y de sentido étnico.
Además de en fachadas e interiores, el colorido se aplica también en textiles, cerámica y materiales como la baquelita y el plástico, con los que se hace imitación de jade o ámbar.
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