En los años de auge del automovilismo no sólo se construyeron los primeros garajes en las ciudades, también las primeras gasolineras.
Como esta, en la esquina de Alberto Aguilera con Vallehermoso, algo abrumada, más que arropada, por la fachada de un hotel NH y, como tanta otra arquitectura interesante de nuestra ciudad, medio oculta por unos aparatosos árboles.
Y no merece pasar tan inadvertida, ni por su diseño ni por lo que significó. Tampoco mereció el destino ingrato que se le ha dado. Porque la historia de esta gasolinera es muy triste.
Con dársenas para repostar protegidas por alerones aerodinámicos y un poste-faro (con paneles luminosos) que evoca la escotilla de ventilación de un barco, fue construida en 1927 por el arquitecto Casto Fernández Shaw, autor de otras obras maestras del art decó madrileño como el Coliseum.
Como esta, en la esquina de Alberto Aguilera con Vallehermoso, algo abrumada, más que arropada, por la fachada de un hotel NH y, como tanta otra arquitectura interesante de nuestra ciudad, medio oculta por unos aparatosos árboles.
Y no merece pasar tan inadvertida, ni por su diseño ni por lo que significó. Tampoco mereció el destino ingrato que se le ha dado. Porque la historia de esta gasolinera es muy triste.
Con dársenas para repostar protegidas por alerones aerodinámicos y un poste-faro (con paneles luminosos) que evoca la escotilla de ventilación de un barco, fue construida en 1927 por el arquitecto Casto Fernández Shaw, autor de otras obras maestras del art decó madrileño como el Coliseum.
Las formas de esta gasolinera no son gratuitas: el propio arquitecto se consideraba a sí mismo investigador y teórico de la corriente "aerodinámica" o "arquitectura aérea".
“Será la obra por la que pasaré a la historia de la arquitectura moderna.”
Él mismo la había ampliado en 1935.
Por suerte no vivió para ver cómo se la tiraban abajo. Pese a que la construcción ya estaba protegida, fue criminalmente derruida por sus propietarios en 1977. La codicia, una vez más, había vencido a cualquier escrúpulo: los dueños del solar querían despejar el solar para construir. Fue tanto el escándalo que el Ayuntamiento intervino, no dejándoles edificar y obligándoles a reconstruirla, cosa que finalmente hicieron en 1996 con la supervisión del arquitecto Carlos Loren Butragueño.
Como concesión al daño reparado, les permitieron edificar en la parte de atrás del solar, donde hoy se levanta el hotel. La imperdonable trastada les reportó incluso un buen margen de beneficios.
Arriba, imagen de cómo quedó la gasolinera tras su demolición en 1977.
El desaguisado, que se produjo con nocturnidad y alevosía, provocó enorme polémica. Las protestas y denuncias se sucedieron ante lo que se consideraba un atropello.
No se había tirado una vieja estación de servicio sin más.
Como denunciaba un artículo de Leopoldo Uria publicado en El País,
“La desaparecida gasolinera constituía una de las obras pioneras de la arquitectura moderna en España. Fue construida por Fernández Shaw en 1927 para la sociedad de Petróleos Porto Pi, creada por Juan March en 1925 en virtud de una especial modificación arancelaria que permitió la importación de petróleo ruso, aunque la posterior creación de la CAMPSA liquidó el negocio.”
Hoy día, afortunadamente, y a pesar de contar sólo con una réplica fiel, tiene categoría de monumento.
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