













Levantados sobre un solar rectangular, los cuatro se fundieron en una composición de carácter unitario, con planta en H estirada para aprovechar la profundidad del solar.
El retranqueo en su parte central garantiza higiene y luminosidad a todas las viviendas (dos por planta), mientras que las casas de los extremos sí guardan la línea de fachada.
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Construido entre 1925-27, es obra del mismo autor de la vaquería de Francos Rodríguez 42, Gustavo Fernández Balbuena.
Se repiten por tanto las coordenadas de estilo, basado principalmente en líneas funcionales y modernas y el uso imaginativo del ladrillo -en esta ocasión leonés, fabricado en Tierra de Campos-, un material humilde y tradicional al que vuelve a sacar todo el partido. Con él se trazan bonitos dibujos geométricos y se moldean rebordes, cornisas y arcos de medio punto como los del pórtico de acceso.
El ladrillo pierde protagonismo en los pisos altos, dominado por el revoco de una fachada luminosa y tersa, sin ornamentar.
El ladrillo pierde protagonismo en los pisos altos, dominado por el revoco de una fachada luminosa y tersa, sin ornamentar.
Es otro ejercicio de composición personalísimo del arquitecto, en el que también combina el balcón esquinado español con bow-windows.
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Muy influido por la obra en ladrillo del arquitecto holandés Hendrik Petrus Berlage, este conjunto residencial representa un hito en la introducción de la arquitectura moderna en Madrid.