Durante unos años la dirigió el escritor Pío Baroja, junto a su hermano Ricardo.
En los años 20, y ante el éxito del establecimiento, comenzaron a abrir sucursales por todo Madrid.
Seguían despachando el pan que les había dado fama, introduciendo además repostería.
A finales de los años 20, la entonces flamante cadena revoluciona la vida de la capital con un nuevo invento: la distribución motorizada de sus productos.
Con automóvil propio (una primitiva furgoneta que fue el primer vehículo corporativo de Madrid), repartían el pan y los pasteles desde la central al resto de los locales.
En 1935, Viena Capellanes tenía ya más de quince sucursales.
Esta de Marqués de Urquijo 17, como delatan sus molduras y sus capiteles neoegipcios, fue sin duda una de las que abrió por esa época.
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