Las ricas molduras del interior de este edificio fueron con toda certeza polícromas en su día: aún se aprecian restos de pintura dorada en algunas partes, seguramente combinada en su momento con otros colores llamativos. El interior luce ahora un aspecto luminoso, gracias a una reforma reciente que pintó las paredes en tonos pastel y las molduras de blanco, sin preocuparse por recuperar los colores originales. Al menos se conserva la decoración, típica del primer periodo manierista del art decó, y que continúa ennobleciendo las zonas comunes de este edificio destinado a la alta burguesía de la época.
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