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miércoles, 30 de marzo de 2016

Colegio del Santo Ángel: pabellones interiores e iglesia.

En la plaza de Carabanchel, 5.
Autor: Ricardo Macarrón Piudo.

Antiguo Colegio de Huérfanos de la Policía Nacional, el complejo se edificó entre 1928 y 1936. En esta entrada anterior ya reseñé los pabellones de acceso.

Entrada al colegio por la plaza de Carabanchel.

Fue el agente Antonio de Michelena quien impulsó la creación de este colegio a principios del siglo XX, con el fin de dotar de educación a los hijos de los policías fallecidos.

Apenas construido, estalló la Guerra Civil y se convirtió en hospital militar. No sería hasta marzo de 1954 que se inauguró como colegio de huérfanos para niños y niñas.
En el minuto 6.43 de este viejo NO-DO puede verse un reportaje del día de su inauguración.



Se trata de un recinto educativo privilegiado, no solo por la estética sino también por la concepción del espacio: pabellones entre jardines con grandes ventanas que permitían disfrutar de mucha luz y una óptima ventilación, en relación con las tendencias naturistas e higienistas de los años 30.

El colegio contaba con instalaciones envidiables: 23 aulas, una biblioteca, laboratorios de química y biología, gimnasio cubierto, salas para actividades diversas (desde dibujo a judo) y un teatro-auditorio, además de la capilla.
En 1989 el colegio desaparece como tal y se transforma en la Fundación de Huérfanos de la Policía Nacional, que prosigue la tradición benéfico-asistencial aunque ahora con carácter de entidad privada.


El pabellón central con su singular remate.

El antiguo Colegio del Santo Ángel es un recinto único que esconde una joya: su capilla.
Toda una sorpresa y, sobre todo, un descubrimiento fantástico: se trata de la segunda iglesia claramente art decó que he identificado en Madrid.
Aunque de escala modesta, sus líneas entran dentro de lo más ortodoxo del estilo.

Se suma a la que fue capilla de otro colegio, el de la Sagrada Familia en Moncloa, transformada desde hace años en el teatro La Abadía. Hasta hace poco pensaba que era la única de este estilo en Madrid. Con el hallazgo de esta capilla y su aire de misión californiana se enriquece inesperadamente el patrimonio art decó de la ciudad.





Distintas vistas de la capilla del colegio.

Todo el conjunto es una maravilla desconocida para los madrileños, un oasis de arquitectura y jardines de los años 30 que se mantiene hermético por motivos de seguridad.

Los mismos motivos que hacen difícil conseguir autorización para fotografiar su interior, por lo que agradezco especialmente la atención que tuvo conmigo este grupo de exalumnos al facilitarme, a través de Facebook, las fotos que ilustran este post.

Interior de la capilla, actualmente utilizada como salón de actos.

Abajo, una vista aérea de todo el recinto.
Marcada con una cruz roja, la capilla.
Con cruz verde, el pabellón central.
Enmarcados en amarillo, los pabellones de entrada. Delante, la plaza de Carabanchel con la iglesia de San Sebastián.


(foto de karabanchel.com)

martes, 15 de marzo de 2016

Teatro Fígaro



El paño de ladrillo estriado marca el eje vertical de la fachada (arriba). En él aparece uno de los elementos distintivos de la arquitectura de los años 1930: el termómetro
Se trata de una ventana espigada de cristal que asciende por la fachada, señalando el recorrido de la escalera. 
Otros ejemplos notables de 'termómetros' de la época en Madrid pueden verse en el antiguo cine Europa o en este edificio de la costanilla de Santiago.

 
En la calle Doctor Cortezo, 5.
Autor: Felipe López Delgado.
1931

Felipe López Delgado era miembro del Grupo de Artistas y Técnicos para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea, más conocido como GATEPAC. Esta organización se dividía en tres grupos según el área geográfica: estaba el catalán o GATCPAC, el Norte (centrado en el País Vasco y al que se debe el seminal Club Náutico de San Sebastián) y por último el grupo Centro, activo en Madrid y al que pertenecía el arquitecto.

López Delgado trazó esta obra siendo absolutamente coherente con los postulados racionalistas de su grupo, inspirados en la arquitectura más vanguardista del momento.
Estos básicamente eran: economía formal no reñida con un diseño agradable, entorno higiénico y arquitectura democrática, al alcance de las masas.
En el GATEPAC, al igual que hacía Le Corbusier, se fijaron para ello en las formas funcionales de barcos y aviones, de ahí el aire naval que se le dio al interior del edificio.

El edificio marcó un pequeño hito en la introducción de la arquitectura moderna en Madrid, al tratarse de la primera sala de espectáculos construida estrictamente según este compromiso tanto estético como ético.

En esta recreación del interior original del teatro pintada por Damián Flores Llanos se aprecian los balconcillos redondos desaparecidos.

Planeado inicialmente como sala de proyección con el nombre de Cine Moderno, su dueño, Ildefonso Anabitarte, cambió de idea durante las obras y decidió inaugurarlo como teatro.
Al no haberse previsto un escenario, hubo que improvisar uno bastante raquítico, lo que hizo que las funciones teatrales en este edificio se limitaran durante años a obras ligeras de montaje fácil y que no requerían de gran espacio.
Finalizado en 1931, al año siguiente recibió la segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes.

La sala de cine se dispuso paralela a la calle, aprovechando al máximo la forma rectangular del solar. Contaba con capacidad para 950 espectadores. El teatro todavía conserva dos enormes proyectores de la época.
El vestíbulo se adaptó a este diseño, alargándose también, con escaleras a ambos lados para acceder a la planta superior.
Para las demás dependencias se aplicó una distribución racional, según requiriesen de más o menos luz y ventilación.

El patio de butacas en los años 30.

La composición de la fachada es de una gran sencillez. Como escribió Patricia Gosálvez en El País: 'Era una fachada limpia que miraba a un futuro luminoso'. Juega tanto con las líneas verticales como con las horizontales, y combina superficies de distintos materiales: enfoscado, ladrillo rugoso, mármol negro y cristal.

El edificio quedó prácticamente destrozado en la guerra civil, y su fachada se desfiguró posteriormente.
En 2009 fue sometido a una profunda restauración que trató en lo posible de recuperar su dignidad arquitectónica perdida. De ella se encargó Antonio del Castillo, uno de los nuevos socios propietarios y arquitecto. En su afán por devolverle el brillo original al edificio, recuperó también el rótulo que lo coronaba inicialmente.

El edificio en 1933.

La tipografía, fielmente reproducida, es fantástica, y de noche luce en todo su esplendor, dándole al edificio el aspecto cosmopolita y atractivo con que fue concebido.



El rótulo del teatro, luciendo su espectacular tipografía vanguardista de noche.

Abajo, página extraida de una guía turística del Madrid de aquellos años.
En ella figura ya el flamante teatro Fígaro, presentándolo a la sociedad de la época como 'el más elegante, más moderno y más solicitado'.


En el artículo citado anteriormente, Patricia Gosálvez dejaba caer el dato de que, en un despacho del teatro, se conservan todavía los poquísimos muebles art decó que sobrevivieron a la guerra y al olvido.
'Un mobiliario maravilloso', en palabras de Antonio del Castillo, y que tienen idea de reponer algún día.

Desde este blog le animamos con entusiasmo a ello.

Madrid Art Decó quiere dar las gracias también a Enrique Fidel y su magnífico blog Urban Idade. De él se han tomado las fotos antiguas del teatro y la pintura del vestíbulo de Damián Flores.

viernes, 4 de marzo de 2016

Teatro Fígaro (interior)






















En esta última foto se aprecia el tajo recto que le dieron al tramo curvo de escalera en voladizo.

En la calle doctor Cortezo, 5.
Construido en 1931 según planos del arquitecto Felipe López Delgado, que diseña un interior inspirado en la arquitectura naval. Dentro de este planteamiento destacaba la escalera con descansillo semicircular volado, hoy desaparecido.

López Delgado se atuvo estrictamente al código racionalista que propugnaba el grupo de arquitectos al que pertenecía. El interior del teatro Fígaro presenta un aspecto funcional, casi clínico, que sin duda debió conmocionar a muchos madrileños de entonces, acostumbrados a la estética de bombonera de los teatros del siglo XIX.




Distintas vistas del mural 'Reunión de románticos' de Alfonso Ponce de León.

El interior, alterado posteriormente, presenta todavía el elemento original que más llama la atención -de hecho puede verse desde la calle-: el gran mural que decora el vestíbulo.
Titulado 'Reunión de románticos', es un homenaje a Larra que encaja muy bien con la función teatral y el ambiente literario del edificio.
Su autor: Alfonso Ponce de León.

El segundo mural que decoraba el teatro, 'El descanso/El sueño'. Desde 2001 pertenece a la colección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Panel en el rellano de la segunda planta que ocupaba el mural, actualmente con otra pintura.

No fue la única obra que pintó para el Fígaro. De temática más singular y de mucho menor formato, Ponce de León realizó también, entre 1930 y 1931, otro mural que decoró durante años el hall de la segunda planta. Titulado 'El descanso/El sueño', en él puede verse a un hombre tumbado en una hamaca que acaricia la cabellera rubia de una mujer indígena sentada junto a él. En primer plano aparecen dos objetos surrealistas, un paraguas y un bombín.
Pese a recurrir a los tonos cálidos de amarillos, rosas y ocres, la atmósfera que consigue con el tratamiento de la luz es irreal, onírica, sensación que refuerzan los ojos entornados de los personajes.

Alfonso Ponce de León es una de las figuras más interesantes de nuestra escena artística de entreguerras. Nacido en Málaga, tuvo amistad con los artistas más relevantes de su época -entre ellos Dalí, Lorca o Buñuel- y se casó con Margarita Manso, pintora como él y mujer de ideas avanzadas, determinada a transformar la sociedad de su tiempo abanderando, por ejemplo, el sinsombrerismo en España.
Con una trayectoria lamentablemente truncada, Alfonso tuvo una personalidad inquieta en lo artístico y en lo político. Ilustrador de revistas y libros además de pintor, fue ante todo artista de vanguardia: cuadros suyos como 'La primera multa' o 'Idilio en carretera' son testimonios de la irrupción del automóvil y del mundo del motor como tema en la pintura occidental.
Su pintura fluctuaba entre el realismo mágico y el surrealismo, dentro de la tendencia a la figuración de la primera posguerra mundial.

'Arquitectura urbana', lienzo pintado en 1929 y hoy parte también de la colección del Reina Sofía.

Fue militante de Falange Española desde su fundación, en octubre de 1933, y amigo personal de José Antonio Primo de Rivera, quien le encomendó labores de propaganda para el partido y sus medios de difusión: el semanario FE, carteles o el logotipo del SEU (el Sindicato Español Universitario), que también se le atribuye, aunque sí es un dato cierto que fue él quien fundó su cineclub.

Alfonso pertenecía al entusiasta círculo de jóvenes seguidores del carismático fundador de Falange que, inspirados por el fascismo italiano y su conexión con el rompedor futurismo, formaban también parte de la vanguardia artística de su época (círculo al que también pertenecían, por ejemplo, Agustín de Foxá, Pedro Laín Entralgo o Dionisio Ridruejo).

'Autorretrato' (El accidente), la obra de Ponce de León más conocida.

Alfonso gozaba ya de reconocimiento cuando, en mayo-junio de 1936, participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes con su obra más célebre, 'Autorretrato' (también conocida como 'El accidente'). Para pintarlo se inspiró en un percance que tuvo conduciendo por la carretera de Guadarrama.
Es un cuadro de técnica y tema decididamente contemporáneos, en la que se repite la atmósfera de ensueño que define sus pinturas.
El cuadro tuvo algo de premonitorio: un par de meses después, el 20 de setiembre, es detenido en la puerta de su domicilio en Madrid. Trasladado a la temible checa de Fomento, su cadáver aparecería días después tirado en una cuneta de Vicálvaro.
Tenía solo 30 años.

Entre mayo y agosto de 2001, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía le dedicó una merecida exposición.